Internet de las cosas ¿un tecnología sostenible?
Escrito el 09/02/2016Internet de las cosas no para de crecer, cada día hay más objetos o dispositivos conectados. Esto quiere decir que por un lado esos dispositivos necesitan energía para poder funcionar y por otro necesitamos energía también para las máquinas que recogen la ingente cantidad de datos que generan. Pero, ¿Estamos preparados para poder mantener energéticamente todas estas máquinas?
¿Qué cantidad de energía necesitamos para procesar toda esta información?
En un reciente estudio de Gartner, consultora líder en su sector, ha calculado que en 2020 los objetos conectados a la red serán 20.000 millones. A partir de estas cifras tenemos que ver como optimizar toda esa energía que consumen.
En esta línea hay compañías como Microsoft que están trabajando en ello, concretamente están probando la idea de crear centros de datos masivos debajo del nivel del mar para eliminar uno de sus problemas, el uso de aire acondicionado para refrigerar los aparatos.
La Unión Europea también ha dado un paso al frente con Fiware, un programa que pone fondos a disposición de las startups de la región para el desarrollo sostenible de estos centros de información, con una dotación de 127 millones de euros.
La solución a todo esto parece estar en dentro del Internet de las cosas
En el ADN de toda la tecnología que rodea a este entorno está grabado la optimización de los recursos y la eficiencia de todas las tareas. El ejemplo más cercano del IoT está en el propio hogar, donde electrodomésticos, servicios o pequeños gadgets como las bombillas ya están conectados a Internet.
El otro gran ámbito de acción del IoT es el de las ciudades avanzadas o Smart Cities. En ellas el Internet de las Cosas se aprovecha para medir ciertos parámetros externos (ya sea temperatura, energía, actividad, luz, humedad, errores, etc.), de forma automática y sin la interacción del ser humano. Y que esos datos viajen a un centro de procesamiento para que se tomen las decisiones adecuadas en tiempo real.
Por ejemplo, son muchas las ciudades que están implementando redes de sensores en multitud de puntos como alarmas, semáforos, alcantarillas, vehículos, alumbrado... y hay mejoras interesantes que se espera conseguir, como la cuantificación de los peatones que pasan por un determinado cruce para optimizar automáticamente el tráfico en esa zona.
Una de las claves es la evolución de microprocesadores a un tamaño más pequeño y de consumo menor. No importa que sean sencillos o poco potentes, lo que prima ante todo son estas dos características. El Internet de las Cosas se enfrenta a un gran reto: conectar cada aparato sin cables y consumiendo una energía ínfima.
En la senda de este avance nos encontramos con un proyecto de la Universidad Tecnológica de Eindhoven en el que los investigadores han creado un minúsculo sensor que no utiliza batería para realizar su función, medir la temperatura. Por el contrario, el sensor es capaz de alimentarse de las ondas de radio que genera la red a la que se conecta para transmitir información. Cualquier lugar que desee tener integración con el Internet de las Cosas tiene una red o puede generarla, por lo que esto no supone una desventaja en ningún sentido.
Algo que creo que está desaprovechado es la recarga de distintos dispositivos con el calor humano, habrá que profundizar en ello.
Carlos Alvarez Rivas
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